jueves, 18 de septiembre de 2014

04. EL EVANGELIO EN LOS SÍMBOLOS Y LA REALIDAD. (EL SANTUARIO).


Salomón ejecutó sabiamente el plan de erigir un templo para el Señor, como David lo había deseado durante mucho tiempo. Durante siete años Jerusalén se vio llena de obreros activamente ocupados en nivelar el sitio escogido, construir grandes paredes de retención, echar amplios cimientos de "grandes piedras, piedras costosas. . . y piedras labradas" (1 Rey. 5: 17), dar forma a las pesadas maderas traídas de los bosques del Líbano y erigir el magnífico santuario. Simultáneamente con la preparación de la madera y de las piedras a la cual muchos millares dedicaban sus energías, progresaba constantemente la elaboración de los muebles para el templo, bajo la dirección de Hiram de Tiro, "un hombre hábil y entendido. . . el cual" sabía "trabajar en oro, plata, bronce y hierro, en piedra y en madera, en púrpura y en azul, en lino y en carmesí" (2 Crón. 2: 13, 14).

 EN TODO DE ACUERDO CON EL MODELO 
Mientras el edificio se iba levantando silenciosamente en el monte Moria con "piedras que traían ya acabadas, de tal manera que cuando la edificaban, ni martillos ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún otro instrumento de hierro" (1 Rey. 6: 7), los hermosos adornos se ejecutaban de acuerdo con los modelos confiados por David a su hijo, "todos los utensilios para la casa de Dios" (2 Crón. 4: 19). Estas cosas incluían el altar del incienso, la mesa para los panes de la proposición, el candelero y sus lámparas, así como los vasos e instrumentos relacionados con el ministerio de los sacerdotes en el lugar santo, todo "de oro, de oro finísimo" (vers. 21). Los enseres de bronce: el altar de los holocaustos, la gran cuba sostenida por doce bueyes, las fuentes de menor tamaño, los muchos otros vasos, "los fundió el rey en los llanos del Jordán, en tierra arcillosa, entre Sucot y Seredata" 
(2 Crón. 4: 17). Esos enseres fueron provistos en abundancia para que no se careciese de ellos. 

UN TEMPLO DE ESPLENDOR INIGUALADO 
De una belleza insuperable y esplendor sin rival era el palacio que Salomón y quienes le ayudaban erigieron para Dios y su culto. Adornado de piedras preciosas, rodeado por atrios espaciosos y recintos magníficos, forrado de cedro esculpido y de oro bruñido, el templo, con sus cortinas bordadas y muebles preciosos, era un emblema adecuado de la iglesia viva de Dios en la tierra, que a través de los siglos ha estado formándose de acuerdo con el modelo divino, con materiales comparados al "oro, plata, piedras preciosas", "labradas como las de un palacio" 
(1 Cor. 3: 12; Sal. 144: 12).

 Así fue construido el más espléndido santuario, de acuerdo con el modelo que se le mostró a Moisés en el monte, y presentado luego por el Señor a David. Además de los querubines que estaban en la cubierta del arca, Salomón hizo otros dos ángeles de mayor tamaño, situados a ambos extremos del arca, que representaban a los ángeles celestiales que guardan la ley de Dios. Es imposible describir la belleza y el esplendor de ese santuario. Dentro de este lugar, con solemne reverencia, fue transportada el arca por los sacerdotes, y se la colocó en su lugar, debajo de las alas de los dos imponentes querubines que estaban de pie en el suelo. 

DIOS MANIFIESTA SU ACEPTACIÓN
El coro sagrado elevó sus voces en alabanza a Dios, y la melodía de sus cantos fue acompañada por toda clase de instrumentos musicales. Y mientras en los atrios del templo resonaba la alabanza, la nube de la gloria de Dios tomó posesión de la casa, como anteriormente había llenado el tabernáculo del desierto. "Y cuando los sacerdotes salieron del santuario, la nube llenó la casa de Jehová. Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová" (1 Rey. 8: 10, 11).

 Así como el santuario terrenal edificado por Moisés de acuerdo con el modelo que se le mostró en el monte, el templo de Salomón, con todos sus servicios, era un "símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios", sus dos compartimientos sagrados eran "figura y sombra de las cosas celestiales"; Cristo, nuestro gran Sumo Sacerdote, es un "ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre" 
(Heb. 8: 2).

 Todo el sistema de los tipos y símbolos era una profecía resumida del Evangelio, un medio por el cual se presentaban las promesas de la redención.*

 SE PERDIÓ DE VISTA LA REALIDAD 
El Señor Jesús era el fundamento de todo el sistema judaico. Su imponente ritual era divinamente ordenado. El propósito de él era enseñar a la gente que en el tiempo prefijado vendría Aquel a quien señalaban esas ceremonias.* 

Al apartarse de Dios, los judíos perdieron de vista mucho de lo que enseñaba el ritual. Este ritual había sido instituido por Cristo mismo. En todos sus aspectos, era un símbolo de él; y había estado lleno de vitalidad y hermosura espiritual. Pero los judíos perdieron la vida espiritual de sus ceremonias, y se aferraron a las formas muertas. Confiaban en los sacrificios y los ritos mismos, en vez de confiar en Aquel a quien éstos señalaban. A fin de reemplazar lo que habían perdido, los sacerdotes y rabinos multiplicaron los requerimientos de su invención; y cuanto más rígidos se volvían, tanto menos del amor de Dios manifestaban.* 

EL SERVICIO DEL TEMPLO PERDIÓ SU SIGNIFICADO
 Cristo era el fundamento y la vida del templo. Sus servicios eran típicos del sacrificio del Hijo de Dios. El sacerdocio había sido establecido para representar el carácter y la obra mediadora de Cristo. Todo el plan del culto de los sacrificios era una predicción de la muerte del Salvador para redimir al mundo. 

No habría eficacia en estas ofrendas cuando el gran suceso al cual señalaran durante siglos fuese consumado. Puesto que toda la economía ritual simbolizaba a Cristo, no tenía valor sin él. Cuando los judíos sellaron su decisión de rechazar a Cristo entregándolo a la muerte, rechazaron todo lo que daba significado al templo y sus ceremonias. Su carácter sagrado desapareció. Quedó condenado a la destrucción. 

 Desde ese día los sacrificios rituales y las ceremonias relacionadas con ellos dejaron de tener significado. Como la ofrenda de Caín, no expresaban fe en el Salvador. Al dar muerte a Cristo los judíos destruyeron virtualmente su templo. Cuando Cristo fue crucificado, el velo interior del templo se rasgó en dos desde arriba hacia abajo, indicando que el gran sacrificio final había sido hecho, y que el sistema de los sacrificios rituales había terminado para siempre. 

"EN TRES DÍAS LO LEVANTARÉ"
 A la muerte del Salvador, potencias de las tinieblas parecieron prevalecer, y se regocijaron por su victoria. Pero del sepulcro abierto de José, Jesús salió vencedor. "Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz" (Col. 2: 15). En virtud de su muerte y resurrección, pasó a ser "ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre" (Heb. 8: 2). Los hombres habían construido el tabernáculo, y luego el templo de los judíos; pero el santuario celestial, del cual el terrenal era una figura, no fue construido por arquitecto humano. "He aquí el varón cuyo nombre es el Renuevo, el cual brotará de sus raíces y edificará el templo de Jehová. El edificará el templo de Jehová y él llevará gloria, y se sentará y dominará en su trono, y habrá sacerdote a su lado" 
(Zac. 6: 12, 13). 

 LOS OJOS SE VUELVEN HACIA EL VERDADERO SACRIFICIO 
El ceremonial de los sacrificios que había señalado a Cristo pasó; pero los ojos de los hombres fueron dirigidos al verdadero sacrificio por los pecados del mundo. Cesó el sacerdocio terrenal, pero miramos a Jesús, mediador del nuevo pacto, y "a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel". 

 "Aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie. . . . Pero estando ya presente Cristo, sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, . . .por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo habiendo obtenido eterna redención" (Heb. 12: 24; 9: 8-12). "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Heb. 7: 25).

 Aunque el ministerio se trasladaría del templo terrenal al celestial, aunque el santuario y nuestro gran Sumo Sacerdote fueran invisibles para los ojos humanos, los discípulos no habían de sufrir pérdida por ello. No sufrirían interrupción en su comunión, ni disminución de poder por causa de la ausencia del Salvador. Mientras Jesús ministra en el santuario celestial, es siempre por medio de su Espíritu el ministro de la iglesia en la tierra.* 

NUESTRO SUMO SACERDOTE Y ABOGADO 
"Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado"
 (Heb. 9: 24-26). 

 "Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios" (Heb. 10: 12). Cristo entró una sola vez en el lugar santo para obtener por nosotros eterna redención. "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos" (Heb. 7: 25). 

 Se calificó a sí mismo para ser no solamente representante del hombre, sino también su abogado, de modo que toda alma, si así lo desea, pueda decir: "Tengo un Amigo en las cortes celestiales, un Sumo Sacerdote que se compadece de mis flaquezas". * 

El santuario que está en el cielo es el mismo centro de la obra de Cristo en favor del hombre. Concierne a toda alma viviente sobre la tierra. Abre ante la vista el plan de redención, proyectándonos hasta el mismo fin del tiempo, y revelando el resultado triunfal del conflicto entre la justicia y el pecado.

 Es de la mayor importancia que todos investiguen cuidadosamente estos temas, y estén capacitados para dar respuesta a todos los que demanden razón de la esperanza que hay en ellos. 

PREGUNTAS PARA MEDITAR 
1. ¿De qué manera singular fue construido el templo de Salomón? 
2. ¿En qué sentido era un emblema el templo? 
3. ¿De qué manera mostró Dios su aprobación por el templo cuando éste fue terminado? 
4. ¿Quién era el fundamento de todo el sistema judaico? 
 5. Cuando los judíos despojaron de vida espiritual sus ceremonias, ¿qué hicieron?
 6. ¿Cuándo y cómo perdió el templo su significado y su santidad.
7. ¿A quién fueron dirigidos entonces los ojos de los hombres como un ministerio significativo para su salvación? 
 8. Jesús es a la vez el representante y el abogado del hombre, ¿cuál es la diferencia entre estas dos funciones?
(Cristo En Su Santuario Por Elena G. De White)

1 comentario:

  1. Aunque el ministerio se trasladaría del templo terrenal al celestial, aunque el santuario y nuestro gran Sumo Sacerdote fueran invisibles para los ojos humanos, los discípulos no habían de sufrir pérdida por ello. No sufrirían interrupción en su comunión, ni disminución de poder por causa de la ausencia del Salvador. Mientras Jesús ministra en el santuario celestial, es siempre por medio de su Espíritu el ministro de la iglesia en la tierra.*

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