jueves, 10 de enero de 2013

01B. EL SANTUARIO Y EL SÁBADO (LA VERDAD ACERCA DEL SANTUARIO). EGW


En el contexto de una revelación acerca del santuario celestial fue confirmada la verdad del sábado en la visión que se le dio a Elena G. de White el 3 de abril de 1847 en el hogar de los Hnos. Howland, en Topsham, Maine. Esto es lo que escribió: "Experimentamos un extraordinario espíritu de oración, y mientras orábamos el Espíritu Santo descendió sobre nosotros. Estábamos muy felices. Pronto perdí el conocimiento de las cosas terrenales y quedé arrobada en una visión de la gloria de Dios. Vi un ángel que con presteza volaba hacia mí. Me llevó rápidamente desde la tierra a la santa ciudad, donde vi un templo en el que entré. Antes de llegar al primer velo, pasé por una puerta. Ese velo se levantó, y entré en el lugar santo, donde vi el altar del incienso, el candelabro con las siete lámparas y la mesa con los panes de la proposición. Después de ver la gloria del lugar santo, Jesús levantó el segundo velo y pasé al lugar santísimo. 

"En él vi un arca, cuya cubierta y cuyos lados estaban recubiertos de oro purísimo. En cada extremo había un hermoso querubín con las alas extendidas sobre el arca. Sus rostros estaban frente a frente, pero miraban hacia abajo. Entre los dos ángeles había un incensario de oro, y sobre el arca, donde estaban los ángeles, un resplandor sumamente luminoso que se semejaba a un trono donde moraba Dios. Junto al arca estaba Jesús, y, cuando las oraciones de los santos llegaban a él, el humo del incienso surgía del incensario, y Jesús las ofrecía a su Padre con el humo del incienso. 

Dentro del arca estaba el vaso de oro con el maná, la florida vara de Aarón y las tablas de piedra, que se plegaban la una sobre la otra como las hojas de un libro. Jesús las abrió, y vi en ellas los Diez Mandamientos escritos por el dedo de Dios. En una tabla había cuatro, y en la otra seis. Los cuatro de la primera brillaban más que los otros seis. Pero el cuarto, el mandamiento del sábado, brillaba más que todos, porque el sábado fue puesto aparte para que se lo guardara en honor del santo nombre de Dios. El santo sábado resplandecía, rodeado de un nimbo de gloria. Vi que el mandamiento del sábado no estaba clavado en la cruz, pues de haberlo estado, también lo hubieran estado los otros nueve, y tendríamos libertad para violarlos todos, así como el cuarto. Vi que, por ser Dios inmutable, no había cambiado el día de descanso" (Primeros Escritos, págs. 32, 33). 

(Cristo En Su Santuario Por Elena G. De White)

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