viernes, 20 de abril de 2018

06. AMOR NACIDO DE LA MISERICORDIA. I. EN LOS LUGARES CELESTIALES.


Seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados 
y de sus iniquidades. (Heb. 8: 12). 

El amor de Dios por la raza caída es una manifestación peculiar de amor: amor nacido de la misericordia; pues todos los seres humanos son indignos. La misericordia implica la imperfección del objeto hacia el cual se manifiesta. 
 Debido al pecado, la misericordia fue puesta en activo ejercicio. El pecado no es objeto del amor de Dios sino de su odio. Pero Dios ama al pecador y se compadece de él. Los descarriados hijos e hijas de Adán son los hijos de la redención de Dios. Mediante la dádiva de su Hijo les ha revelado su infinito amor e infinita misericordia. 
(Signs of the Times, 21 de mayo, 1902). 

Dios propone cooperación a sus frágiles y descarriadas criaturas, a quienes ha colocado en terreno ventajoso. 
 Por un lado hay infinita sabiduría, bondad, compasión y poder; por el otro, debilidad, pecaminosidad, absoluta impotencia, pobreza, dependencia. . .
 Al hombre se le da el privilegio de trabajar con Dios en la salvación de su propia alma. Ha de recibir a Cristo como a su Salvador personal y ha de creer en él. Recibir y creer es su parte en el contrato. . . 

El plan de redención fue preparado en las deliberaciones entre el Padre y el Hijo. Entonces Cristo se comprometió a responder por el hombre si éste resultaba desleal. Se comprometió a efectuar una expiación que uniera a toda alma creyente con Dios. 
 El que coloca sus pecados sobre el sustituto y garantía. . . puede unirse con el apóstol al decir: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo".  "Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús" (Efe. 1: 3; 2: 7). 

En su infinito amor Cristo ideó el plan de salvación. Está listo para cumplir ese plan en favor de todos los que cooperen con él. Intercediendo por ellos, dice al Padre: No les imputes a ellos sus pecados, sino colócalos sobre mí. Sé misericordioso con sus injusticias y no recuerdes más sus pecados e iniquidades.
 (Id., 27 de febrero, 1901). En Lugares Celestiales (EGW). MHP

05. LA DÁDIVA DEL AMOR DE DIOS. I. EN LOS LUGARES CELESTIALES.


 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tengo vida eterna. (Juan 3: 16).

¿Cómo podemos entender a Dios? ¿Cómo hemos de conocer a nuestro Padre? Hemos de llamarlo con el cariñoso nombre de Padre. ¿Y cómo hemos de conocer a él y el poder de su amor? 

 Es mediante el diligente escudriñamiento de las Escrituras. No podemos apreciar a Dios a menos que nos compenetremos del gran plan de la redención. Necesitamos saber todo lo que hay en cuanto a estos grandes problemas del alma, de la redención de la raza caída. Es admirable que, después que el hombre hubo violado la ley de Dios y se hubo separado de Dios, después de estar divorciado, por así decirlo, de Dios: que después de todo esto hubiera un plan gracias al cual el hombre no perecería sino que tendría vida eterna... Dios dio a su Unigénito para que muriera por nosotros. . . 

Cuando nuestra mente se ocupa constantemente del incomparable amor de Dios por la raza caída, comenzamos a conocer a Dios. . . Aquí mismo, en este diminuto átomo que es el mundo, se representaron las más grandiosas escenas jamás conocidas por la humanidad. Todo el universo del cielo observaba con intenso interés. 

¿Por qué? Había de reñirse la gran batalla entre el poder de las tinieblas y el Príncipe de la luz. La obra de Satanás era la de magnificar su propio poder constantemente. . . Siempre colocaba a Dios en una perspectiva falsa. Lo presentaba como un Dios de injusticia y no de misericordia. . . ¿Cómo había de ser presentado correctamente Dios ante el mundo? ¿Cómo iba a saberse que era un Dios de amor, lleno de -misericordia, bondad y compasión? ¿Cómo iba a saber esto el mundo? Dios envió a su Hijo, y él había de representar ante el mundo el carácter de Dios. . . 

Necesitamos mantener ese Modelo perfecto delante de nosotros. Dios fue tan bueno que envió un representante de sí mismo en su Hijo Jesucristo, y necesitamos que la mente y el corazón se desplieguen y asciendan. . . Sea vuestra la oración: Revélate a mi, para que en tu gracia incomparable pueda aferrarme del eslabón áureo, Cristo, que ha sido descendido desde el cielo a la tierra, para que pueda aferrarme de él y ser elevado.
(Manuscrito 7, 1888). En Lugares Celestiales (EGW). MHP