lunes, 30 de septiembre de 2019

09. JUSTICIA MEDIANTE CRISTO. I. EN LOS LUGARES CELESTIALES.


Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él. (2 Cor. 5: 21).

El Dios de justicia no escatimó a su Hijo. . . Toda la deuda por las transgresiones de la ley de Dios fue exigida de nuestro Mediador.  Se requirió una expiación completa.  Cuán apropiadas son las palabras de Isaías: "Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento".  Su vida fue puesta en "expiación por el pecado".  "El herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados" (Isa. 53: 10, 5).

Jesús sufrió la pena máxima de la ley por nuestras transgresiones, y la justicia fue plenamente satisfecha. 

La ley no está abrogada; no ha perdido ni una jota de su fuerza.  Por el contrario, se yergue en santa dignidad, porque la muerte de Cristo en la cruz testifica de su inmutabilidad.  Sus demandas han sido satisfechas, su autoridad mantenida.

Dios no escatimó a su Unigénito.  Para mostrar la profundidad de su amor por la humanidad, lo entregó por todos nosotros.   "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo"  (Juan 1: 29).  Miradlo muriendo en la cruz.  Mirad a Aquel que es igual a Dios escarnecido y ridiculizado por la plebe.  Miradlo en el Getsemaní, agobiado bajo el peso de los pecados de todo el mundo.

¿Fue remitido el castigo debido 
a que era el Hijo de Dios? 
¿Fueron retenidas las copas de la ira de Aquel que fue hecho pecado por nosotros?  
Sin disminución cayó el castigo sobre nuestro Sustituto divino-humano.

Oigamos su clamor: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" (Mar. 15: 34).  Fue tratado como pecador, para que pudiéramos ser tratados como justos, para que Dios pudiera ser justo, y sin embargo el justificador del pecador. . .
El amor que existe entre el Padre y el Hijo no puede ser descrito.  Es inconmensurable.  En Cristo Dios vio la belleza y la excelencia de la perfección que mora en sí mismo. . .
El lenguaje es demasiado débil para que podamos intentar describir el amor de Dios.  Creemos en él, nos regocijamos en él, pero no podemos abarcarlo (Manuscrito 31, 1911). 16 EGW 

08. EL TEMA MAS EXCELSO. I. EN LOS LUGARES CELESTIALES.


En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (1 Juan 4: 9)

El plan de la redención por el cual el misericordioso Redentor divino-humano rescató al hombre de la esclavitud del pecado, escapa a la comprensión de los hombres o los ángeles.  Es ciertamente un misterio tan excelente, tan grande, tan sublime, que nunca podemos esperar comprenderlo plenamente.

No tiene paralelo el sacrificio de Cristo por el hombre caído.  Es el tema más excelso y sagrado en que podamos meditar.  Cada corazón que es iluminado por la gracia de Dios es constreñido a inclinarse con inexpresable gratitud y adoración delante del Redentor por su sacrificio infinito.

En su vida, Jesús de Nazaret se diferenció de todos los otros hombres. . . Es el único verdadero modelo de bondad y perfección.  Desde los comienzos de su ministerio, los hombres comenzaron a comprender más claramente el carácter de Dios. . . La misión de Cristo en el mundo consistía en revelar a los hombres que Dios no era un déspota, sino un Padre celestial lleno de amor y misericordia hacia sus hijos.  Se refirió a Dios llamándolo cariñosamente "mi Padre". . .

En todos los sufrimientos y aflicciones del hombre hay un Ojo que se compadece, un Corazón que ama.  "Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen" (Sal. 103: 13).  Se prodiga sobre nosotros el más tierno cuidado de Dios.  Se compadece de nosotros en nuestras debilidades y en nuestros dolores.  Podemos estar abatidos, aun desesperados; pueden estar sobre nosotros las densas nubes de aflicción; pero hay luz más adelante.  Más allá de la lobreguez hay un Amigo que simpatiza y se compadece, Alguien que no apesadumbra ni aflige voluntariamente a los hijos de los hombres (Manuscrito 132, 1902).

En las generosas bendiciones que nuestro Padre celestial ha prodigado sobre nosotros, podemos discernir innumerables evidencias de un amor que es infinito, y una tierna compasión que sobrepasa la simpatía anhelante de una madre por su hijo extraviado.  Cuando estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, vemos misericordia, ternura y perdón entremezclados con equidad y justicia... 
(Testimonies, tomo 4, págs. 461, 462). EGW 15