En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. (1 Juan 4: 9)
El plan de la redención por el cual el misericordioso Redentor divino-humano rescató al hombre de la esclavitud del pecado, escapa a la comprensión de los hombres o los ángeles. Es ciertamente un misterio tan excelente, tan grande, tan sublime, que nunca podemos esperar comprenderlo plenamente.
No tiene paralelo el sacrificio de Cristo por el hombre caído. Es el tema más excelso y sagrado en que podamos meditar. Cada corazón que es iluminado por la gracia de Dios es constreñido a inclinarse con inexpresable gratitud y adoración delante del Redentor por su sacrificio infinito.
En su vida, Jesús de Nazaret se diferenció de todos los otros hombres. . . Es el único verdadero modelo de bondad y perfección. Desde los comienzos de su ministerio, los hombres comenzaron a comprender más claramente el carácter de Dios. . . La misión de Cristo en el mundo consistía en revelar a los hombres que Dios no era un déspota, sino un Padre celestial lleno de amor y misericordia hacia sus hijos. Se refirió a Dios llamándolo cariñosamente "mi Padre". . .
En todos los sufrimientos y aflicciones del hombre hay un Ojo que se compadece, un Corazón que ama. "Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen" (Sal. 103: 13). Se prodiga sobre nosotros el más tierno cuidado de Dios. Se compadece de nosotros en nuestras debilidades y en nuestros dolores. Podemos estar abatidos, aun desesperados; pueden estar sobre nosotros las densas nubes de aflicción; pero hay luz más adelante. Más allá de la lobreguez hay un Amigo que simpatiza y se compadece, Alguien que no apesadumbra ni aflige voluntariamente a los hijos de los hombres (Manuscrito 132, 1902).
En las generosas bendiciones que nuestro Padre celestial ha prodigado sobre nosotros, podemos discernir innumerables evidencias de un amor que es infinito, y una tierna compasión que sobrepasa la simpatía anhelante de una madre por su hijo extraviado. Cuando estudiamos el carácter divino a la luz de la cruz, vemos misericordia, ternura y perdón entremezclados con equidad y justicia...
(Testimonies, tomo 4, págs. 461, 462). EGW 15
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